Eurovisión sin voz

Hoy hace una semana, Pepa Fernández anunciaba en su programa «No es un día cualquiera» el fallecimiento de José María Ínigo. Para los que ya tenemos unos años, su persona formó parte del descubrimiento de una televisión diferente, de una manera de ver la vida y entrevistar diferente, y de todo un mundo de nuevas propuestas que con Pepa se reinventó para hacernos sonreír, reír y sacar hasta los colores a los amantes de los extranjerismos defendiendo a ultranza los términos de nuestro idioma («Hablemos español, leches»).

Para muchos, Ínigo, con su peculiaridad, su carácter abierto y campechano, y, cómo  no, su famoso bigote, dejó una imagen imborrable en nuestra memoria. Los últimos siete años fue la voz de Eurovisión. Un ducho especialista musical, fue un gran comentarista de estas veladas anuales. Hoy su voz está apagada, pero nos queda el recuerdo de una gran persona, un genial comentarista, y un personaje que hizo de la transición un mundo diferente para descubrir una experiencia televisiva más allá de lo convencional.

Hace una semana las emociones de su muerte embargaban al equipo con quien compartió diecisiete años, al igual que a los muchos que hemos vivido su trayectoria, un itinerario marcado por la naturalidad, la bonhomía, y su manera de retratar la vida y a la gente. Sus entrevistas dibujaban un mundo y una historia reales bañadas por la singularidad  de quien trata la vida como algo natural, sin eufemismos ni retórica. Hoy le echaremos de menos para comentar una Eurovisión sin su voz, cálida, especial, entendida y llena de conocimiento. Hoy buscaremos estar arriba toda España, pero más allá de las nubes estará el hombre que tanto ha llenado nuestras vidas en los últimos cuarenta años.

Descansa en paz, José María.

You’ll be in our hearts forever. Y no te mosquees por esto de ser tan chungo con esto del English. Es parte de mi malformación, colega.

Rest in peace.


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